reproductor

RADIOS MUSICALES PINCHA SOBRE EL NOMBRE DE TU EMISORA FAVORITA

Pagina Web

Semana Santa desde Sevilla

   

martes, 8 de julio de 2008

Fragmento de "Momo" de Michael Ende.

Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar. Eso no es nada especial, dirá, quizás cualquier lector; cualquiera sabe escuchar.
Pues eso es un error. Muy pocas personas saben escuchar de verdad. Y la manera en que sabía escuchar Momo era única.
Una vez fueron a verla al anfiteatro dos hombres que se habían peleado a muerte y que ya no se querían hablar a pesar de ser vecinos y haber sido amigos. Los demás les habían aconsejado que fueran a ver a Momo, porque no estaba bien que dos vecinos estuvieran enemistados. Los dos hombres al principio se habían negado, pero al final habían accedido a regañadientes.
Ahí estaban los dos, en el anfiteatro, mudos y hostiles, cada uno en un lado de las filas de asientos de piedra mirando sombríos ante sí.
Uno era el albañil que había hecho el hogar y el bonito cuadro de flores que había en la salita de Momo. Se llamaba Nicola y era un tipo fuerte con un mostacho negro e hirsuto.El otro se llamaba Nino. Era delgado y siempre parecía un poco cansado. Nino era el arrendatario de un pequeño establecimiento al borde de la ciudad, en el que por lo general sólo había unos pocos viejos que en toda la noche no bebían más que un solo vaso de vino y hablaban de sus recuerdos. También Nino y su gorda mujer estaban entre los amigos de Momo y muchas veces le habían traído cosas buenas de comer.
Como Momo se dio cuente de que los dos estaban enfadados, no supo, al principio, con quién sentarse primero. Para no ofender a ninguno, se sentó por fin en el borde de la piedra de la escena a la misma distancia de uno y de otro y miraba alternativamente a uno y otro. Simplemente esperaba a ver qué ocurría. Algunas cosas necesitan su tiempo, y tiempo es lo único que Momo tenía de sobra.
Después de que los dos hombres hubieron estado así un buen rato, Nicola se levantó de repente y dijo:
- Yo me voy. He demostrado que tenía buena voluntad al venir aquí. Pero tú ves, Momo, lo obstinado que es él. ¿A qué esperar más?
Y, efectivamente, se volvió para irse.
- Sí, ¡ lárgate!- le gritó Nino-. No hacía ninguna falta que vinieras. Yo no me reconcilio con un criminal.
Nicola giró en redondo. Su cara estaba roja de ira.
_¿ Quién es un criminal?_ preguntó en tono amenazador y volvió a su sitio_. ¡Repítelo!
_¡ Lo repetiré cuantas veces quieras!_ gritó Nino_. ¿Tú crees que porque eres grande y fuerte nadie se atreve a decirte las verdades a la cara?Yo me atrevo, y te las cantaré a ti y a cualquiera que quiera escucharlas. Adelante, ven y mátame, como ya dijiste una vez que harías.
_ ¡Ojalá lo hubiera hecho!_ chilló Nicola y apretó los piños:. Ya ves, Momo, cómo miente y calumnia. Sólo lo agarré una vez por el cuello y lo tiré al charco de su covacha. Allí no se ahoga ni una rata. _ Volciéndose de nuevo a Nino, gritó:_ Por desgracia vives todavía, como se puede ver.
Durante un rato volaron en una y otra dirección los peores insultos, y Momo no podía entender de qué iba la cosa y por qué estaban tan enfadados los dos. Pero poco a poco fue sabiendo que Nicola sólo había cometido aquella salvajada porque Nino, antes, le había dado una bofetada delante de algunos de sus parroquianos. A eso, por su parte, le había antecedido el intento de Nicola de hacer añicos toda la vajilla de Nino.
_¡ No es verdad!_ se defendió amargamente Nicola_. Sólo tiré a la pared una sola jarra que, además, ya tenía una grieta.
_ Pero la jarra era mía, ¿sabes?_ respondió Nino_. Y además, no tienes derecho a eso.
Nicola pensaba que sí tenía derecho a eso, porque Nino lo había ofendido en su honor de albañil.
_¿Sabes lo que dijo de mí?_ gritó dirigiéndose a Momo_.Dijo que yo no era capaz de construir una pared derecha, porque estaba borracho día y noche. Que era igual que mi tatarabuelo, que había trabajado en la torre inclinada de Pisa.
_Pero, Nicola_contestó Nico_, si eso era una broma.
_¡Bonita broma!_ protestó Nicola_ .No tiene ninguna gracia.
Resultó que Nino sólo había devuelto una broma anteriorde Nicola. Porque una mañana se había encontrado con que en su puerta habían escrito con grandes letras rojas : "Venteros y gatos, todos latros"Y eso, a su vez, no le había hecho ninguna gracia a Nino.
Durante un rato se pelearon, muy en serio, sobre cuál de las dos bromas era peor, y volvieron a encolerizarse. Pero de repente se quedaron todos cortados.
Momo los miraba con grandes ojos, y ninguno de los dos podía explicarse bien, bien su mirada. ¿Es qué por dentro , se estaba riendo de ellos? ¿O estaba triste ? Su cara no se lo decía. Pero a los dos hombres les pareció de repente, que se veían a sí mismos en un espejo, y comenzaron a sentir vergüenza.
_Bien,_ dijo Nicola_ puede ser que no debiera haber escrito aquello en tu puerta,Nino. No lo hubiera hecho si tú no te hubieses negado a servirme un vaso de vino más. Eso iba contra la ley, ¿ sabes? Porque siempre te he pagado y no tenías ninguna razón para tratarme así.
_ Ya lo creo que la tenía!_ contestó Nino_ ¿ Es que ya no te acuerdas de aquel asunto del san Antonio? Ah, ahora te has puesto blanco. Porque me estafaste con todas lade laley, y no tengo por qué aguantártelo.
_¿ Qué yo te estaféa ti?_ gritó Nicola_. ¡Al revés! Tú querías engañarme a mí, sólo que no lo conseguiste.
El asunto era el siguiente: en el pequeño establecimiento de Nino colgaba de la pared una pequeña imagen de san Antonio.Era una foto en colr que Nino había recortado una vez de una revista.
Un día, Nicola le quiso comprar esa imagen; según decía, porque le gustaba mucho. Regateando hábilmente , Nino había conseguido que Nicola le diera, a cambio, su vieja radio. Nino se creyó muy listo , porque Nicola hacía muy mal negocio.Se pusieron de acuerdo.
Pero después resultó que entre la imagen y el marco de cartón había un billete de banco, del que Nino no sabái nada.De repente era él el que hacía un malnegocio, y eso le molestaba. Exigió que Nicola le devolviera el dinero, porque éste no formaba parte del trato. Nicola se negó, y entonces Nino no le quiso servir nada más. Así había comenzado la pelea.
Así que los dos llegaron al principio del asunto que los había enemistado, callaron un rato.
Entonces preguntó Nino:
_Dime ahora con toda honradez, Nicola, ¿ya sabías de ese dinero antes del cambio o no?
_Claro que sí; si no, no hubiera hecho el cambio.
_ Entonces estarás de acuerdo en que me has estafado.
_ ¿Por qué? ¿ En serio que tú no sabías nada de ese dinero?
_ No, palabra de honor.
_¡ Lo ves! Eras tú quien querías estafarme a mí. Porque , ¿cómo podías pedirme mi radio a cambio de un trozo de papel de periódico?
_ ¿Y cómo te enteraste tú de lo del dinero?
_ Dos noches antes había visto cómo un cliente lo metía allí como ofrenda a san Antonio.
Nino se mordió los labios:
_¿Era mucho?
_ Ni más ni menos que lo que valía mi radio_contestó Nicola.
_Entonces, toda nuestra pelea _ dijo Nino pensativamente_ solamente es por el san Antonio que recorté de una revista.
Nicola se rascó la cabeza:
_En realidad, sí. Si quieres te lo devuelvo, Nino.
Quéva!_ contestó Nino,con mucha dignidad_. Lo que se da no se quita. Un apretón de manos vale entre caballeros.
Y de repente, ambos se echaron a reír. Bajaron los escalones de piedra, se encontraron en medio de la plazoleta central, se abrazaron dándose palmadas en la espalda. Después, ambos abrazaron a Momo y le dijeron:
_¡ Muchas gracias!
Cuando, al cabo de un rato, se fueron, Momo siguió diciéndoles adiós con la mano durante mucho rato.Estaba muy contenta de que sus dos amigos volvieran a estar de buenas.

No hay comentarios: